miércoles, 31 de diciembre de 2014

Monuments to an elegy – The Smashing Pumpkins (o como destruir el ego, contruyendo otro)


Monuments To An Elegy
The Smashing Pumpkins
BMG Records, 2014
 
Para efectos prácticos: los Smashing Pumpkins [SP] son, para este moribundo 2014 y posiblemente parte de 2015, unicamente Billy Corgan y su nuevo compañero del alma Jeff Schroeder; quiénes en su última aventura de estudio se acompañaron de Tommy Lee, el baterista de Mötley Crüe. Esta reciente encarnación de los Pumpkins acaban de editar a inicios de diciembre de 2014 su más reciente álbum Monuments to an Elegy, enésima parte de un proyecto de 44 canciones que desde 2009 se sigue desarrollando.

Para llegar a entender este nuevo álbum de los SP; se debe tener en cuenta el delicado tema de las relaciones afectivas-destructivas que su líder, el guitarrista Billy Corgan, tuvo (y tiene) con los integrantes y exintegrantes de su banda; ya que de una forma y otra, estas relaciones moldearon el sonido de prácticamente todos los álbumes de la banda: desde el seminal Gish [EMI, 1991] hasta el opus final de la primera era de la banda, el irregular Machina: The Machines of God [EMI, 2000].

Sin embargo, la neurosis creativa de Corgan, sumado a asuntos tan básicos (como perniciosos) en la vida de todo rockstar; como el consumo de drogas y sus inevitables sobredosis y los egos que crecen conforme las carteras se van llenando de dinero; llevaron a los SP a cambiar la amistad por las envidias y finalmente, por detestarse al punto de que un buen día, Corgan da por terminado el grupo y decide explorar otras latitudes musicales;  creando  casi de inmediato otro grupo; el efímero Zwan;  con quien editaría solo un disco el popero y aburrido Mary Star of the Sea (EMI, 2002) y posteriormente, Corgan su primer (y hasta ahora) disco solista: The Future Embrace (EMI, 2005).

De alguna manera, con estos álbumes, Billy demuestra (y se demuestra a si mismo) que EL no es SP y que, al menos en lo que se refiere a su álbum solista, no puede su solo nombre sostenerse ante la expectativa que representa haber estado en los Smashing Pumpkins.

En 2008, Corgan reforma a los Pumpkins solo con Jimmy Chamberlain y graba un nuevo álbum: Zeitgeist [EMI, 2008] y posteriormente, American Gothic (un EP de cuatro canciones) y un par de sencillos que solo fueron editados de manera digital: Superchrist y G.L.O.W. Después de esto, Chamberlain abandona definitivamente a los Pumpkins; dejando solo a Corgan como único miembro original de la banda.

Aun con la partida de Chamberlain, Corgan consigue lo que podría ser el motivo principal de su supuesta reunión con sus ex compañeros de banda; que no es otra cosa que legitimar su apropiación total del nombre y concepto de su banda.

De ahí que, a partir de 2009, SP siga en activo; principalmente con un extraño proyecto ideado por Corgan, llamado Teargarden by Kaleidyscope; que no era otra cosa que un álbum conceptual de 44 canciones (con cierta relación a las cartas del Tarot) que serían lanzados como sencillos conforme se fuesen grabando en internet, de manera gratuita.; ya que (a según del propio Billy) “El disco es un medio muerto”.

Solo algunas canciones fueron grabadas como parte de este “revolucionario” experimento y aunque sí estuvieron disponibles por un tiempo en internet, posteriormente algunas fueron editadas como EP´s y es posible que la inviabilidad económica del proyecto o simplemente, la falta de interés en continuar esta tónica de grabar canciones e inmediatamente soltarlas gratis en internet; aunado a la necesidad de Corgan de seguir grabando discos bajo el nombre de su banda (ahora sí, completamente suya), decide editar Oceania [EMI, 2012], que a según del propio Billy “es un álbum dentro de otro”; en clara referencia a que el proyecto Teargarden sigue vivo y que, los subsecuentes álbumes o sencillos, son o contienen (o contendrán)  una parte más de este mega álbum conceptual. Oceania tuvo una mejor recepción entre el público y parte de la prensa especializada; sin embargo, era más que claro que esta nueva encarnación de los SP no tenía nada que ver con la primera época del grupo y de que, en todo caso, el sonido de estos Nuevos Pumpkins era una reedición bastardeada de sus trabajos previos, donde incluso la propia guitarra de Billy sonaba casi como una parodia de sí mismo.

Oceania tuvo un apéndice: El Álbum en vivo Oceanía Live en NY; editado en 2013; mismo que incluye una interpretación completa del nuevo álbum y algunas cosas clásicas de la banda, más un cover de David Bowie (Space Oddity).

Para marzo de 2014, Billy anuncia dos cosas importantes: el inicio de la grabación de nuevas canciones del interminable proyecto Teargarden y un nuevo acuerdo comercial de distribución con la disquera BMG. Las grabaciones de este siguiente capítulo quedaron registrados en dos álbumes: el primero Monuments To An Elegy; que salió a la venta el 5 de diciembre de 2014 y Day By Night que deberá salir en algún momento del primer semestre de 2015.

En términos generales Monuments es un álbum breve y conciso; ya que solo consta de 9 canciones, la mayoría de ellas, de menos de 4 minutos de duración; lo cual se contrapone de manera muy notoria a la mayoría de las obras anteriores de los Pumpkins actuales y pasados; las cuales solían durar de entre 5 a 6 minutos en promedio; sin embargo, esta no es la única diferencia notable no solo con su álbum anterior, sino en general con el catálogo general de la banda.

Monuments tiene un sonido duro y áspero, que se balancea de manera discreta con el uso de teclados y sintetizadores, que aunque no es algo novedoso para los estándares del grupo, tampoco es una copia de sus trabajos anteriores y eso le da más frescura a este álbum. Por otra parte, contrario a lo que se podría esperar, el trabajo de batería de Tommy Lee es discreto, sin protagonismos y acoplado perfectamente al estilo de las canciones. Es decir, si de este álbum solo escucháramos los instrumentos y sin saber el nombre de la banda; seguramente nos llamaría la atención la manera en como las canciones suenan compactas, perfectamente balanceadas en el uso de los instrumentos y aunque en ciertas canciones los riffs suenan duros y rasposos, en general las armonías generadas por un ritmo perfectamente llevado entre la batería y el bajo le transfiere a las canciones una sensación de agresión contenida… algo así de cómo deberían de sonar los Smashing Pumpkins en estos días…

Sin embargo, el resultado final no es del todo satisfactorio, ya que si bien es de reconocer la sorprendente capacidad de Billy para sintetizar su experiencia, habilidades y estilo desarrollados con la etapa previa de su banda; reinventándola no como una nueva banda, sino como si la progresión truncada de su banda original debió sonar así, como suena hoy; también es cierto que sus compasiones están más amoldadas a los estándares actuales de la música “juvenil” contemporánea; más enfocada a lo inmediato, rápido y (tal vez) efímero.

Monuments to an Elegy es un muy buen álbum, agradable de principio a fin y, aun en su brevedad, se agradece esta; sin embargo no es un álbum que con el paso de los años se pueda considerar “clásico” de los SP; aunque quizás si como referente del momento preciso en que Billy Corgan se convirtió, por derecho propio, en los Smashing Pumpkins.
Bonus track: Being Beige, primer sencillo de este álbum:


 

miércoles, 10 de diciembre de 2014

El interminable rio (de ganancias) de Pink Floyd




Hace unos días, se editó el que (suponemos hasta ahora) último trabajo en estudio de la Banda Inglesa Pink Floyd. The Endless River es, a según de lo que queda del grupo, el testamento final de Pink Floyd como agrupación, ya que si bien es muy seguro que en los archivos de la banda existen muchísimas horas de grabaciones inéditas, tanto como en estudio o en vivo, este último opus cierra definitivamente la posibilidad de que exista otro álbum de Pink Floyd con material nuevo.  

The Endless River es el ensamblaje de retazos de canciones y palomazos que la alineación clásica (que no la original) de Pink Floyd (ósea el trio formado por Gilmour, Manson y Wright) realizó en algunas sesiones de ensayos previos a la grabación formal de su penúltimo álbum The División Bell [Columbia, 1994].  

Estas grabaciones, según David Gilmour, estaban destinadas a convertirse en un posible álbum de música ambiental instrumental que se lanzaría en conjunto (o como un EP) con el citado Division Bell.  Sin embargo el proyecto nunca fue concluido; ya haya sido por su inviabilidad comercial o porque sencillamente, la calidad de las grabaciones, por si mismas, no constituían ideas lo suficientemente potentes y originales para ser consideradas en el desarrollo de futuras canciones.

Al fin de cuentas, eran solo ensayos que generalmente, los músicos graban por si en algunas de esas improvisaciones, se encuentran ideas que posteriormente se puedan germinar en melodías o ser incluidas en otras canciones.

Y así se quedaron esas grabaciones hasta que, en 2013 Gilmour, en el más puro estilo me-encontré-estas-grabaciones-debajo-de-la-cama (Paul McCartney dixit) volvió a escuchar estas grabaciones durante los trabajos de remasterización del Division Bell para su edición de 20 aniversario.

Dentro de este contexto, es muy probable que la idea original sobre qué hacer con estas grabaciones haya sido, como en el caso de las reediciones en boxsets de lujo de los tres más emblemáticos albums de Pink Floyd que salieron hace algunos años, el que esta edición del Division Bell fuese expandida con alguna selección de las grabaciones de estos ensayos; sin embargo, según Nick Mason, baterista del grupo, a Dave Gilmour le gustó tanto volver escuchar esas cintas que convenció a Mason a volver al estudio para trabajar en ellas para pulirlas un poco; sin embargo, la idea se fue transformando y pasaron de la regrabación y adición de partes adicionales hasta la participación de otros músicos y coproductores del álbum como Phil Manzanera, ex guitarrista de Roxy Music; quien ya ha colaborado antes con Gilmour en sus álbumes como solista.

Finalmente, y después de varias semanas de trabajo, se llegó a varias canciones instrumentales, divididas en cuatro movimientos de aproximadamente 15 minutos cada uno (que en la edición de vinyl se entiende mejor este agrupamiento de canciones) más alrededor de otros 30 minutos que como “extra” se incluyen en el Bluray de la edición de lujo de este álbum.

Como punto final del álbum se incluye la canción Louder Than Words cuya letra se acredita a la esposa de Dave Gilmour, la polémica Polly Sampson y cuyo tema de dicha canción está tangencialmente relacionado con las agrias y sarcásticas declaraciones que hizo Roger Waters cuando se enteró de lo que sus excompañeros de Pink Floyd estaban haciendo con  las citadas cintas.

En la parte musical tratar de entender este disco es fácil, si eres un fanático a rabiar de Pink Floyd; ya que prácticamente a lo largo de todos las pistas grabadas, se encuentran pasajes musicales extraídos de aquellas piezas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en las marcas registradas del grupo y que se amalgaman sin muchas sutilezas en estas nuevas canciones; principalmente en las partes relativas a los teclados, donde se percibe fuertemente ideas ya desarrolladas en otras canciones, como Welcome To The Machine, Shine on You Crazy Diamond y otras muchas más. Esto no es, necesariamente, un autoplagio; aunque se entiende el porqué del mismo:

Por un lado, la fuente de las grabaciones eran ensayos y, por otro, hay que reconocer que en los últimos dos discos de PF, Wright no hizo más que variaciones de su propio trabajo con PF.

Por esta razón, no son pocos los fans que prácticamente tuvieron orgasmos múltiples cuando escucharon completo este disco y se volcaron en las redes sociales proclamando la “última obra maestra de Pink Floyd”

Sin embargo, una escucha menos apasionada, sugiere que este nuevo disco, en realidad, no tenía mucha razón de existir; ya que en términos artísticos, no representa la tan cacaerada y cursi aureola de inteligente santidad con la que a finales de su carrera, se quiso bautizar a Pink Floyd y que por el contrario, esa misma forzada mistificación, genera expectativas muy altas en un disco que, a pesar de tener algunos momentos interesantes, en su conjunto es una parodia exquisitamente ejecutada, pero parodia al final del propio mito que se construyó alrededor de la Banda Inglesa, sobre todo en sus últimos años.

Y el problema no es la ejecución o el virtuosismo de los músicos; sino la tremenda repetitividad que permea en todo el álbum. Por supuesto que, conociendo la naturaleza del génesis de este álbum, se fortalece la idea de que este pudo haber sido un excelente álbum de rarezas que acompañaría muy bien al citado Division Bell; no por su calidad y contenido; sino porque simplemente, son estas grabaciones el primer eslabón en la construcción de dicho álbum.

Sin embargo, la ambición es cabrona y, no obstante de que este mismo año salió la edición remasterizada del multicitado Division Bell, Los administradores de Pink Floyd decidieron lucrar aún más con los fans del grupo y, convenientemente, editan este disco en vísperas de la compras decembrinas… gran negocio para un álbum que, en todo caso, no está destinado a convertirse en clásico.

Disponible en descarga digital, edición CD sencillo, edición de lujo con Bluray incluido y la (ahora ya) obligatoria edición en vinil o si la crisis del “pitrolio” lo ha dejado con los bolsillos vacíos, disponible con su vagonero de confianza en la línea 1 del metro.

Bonus Track.

El video oficial de Louder Than Words, el primer (y único) sencillo de este álbum.
 


 

viernes, 21 de noviembre de 2014

Los roqueros de México demandan: Queremos a José José en el Vive Latino!


A unas cuantas semanas del anuncio del cartel de la edición 16 del festival Vive Latino;  las apuestas sobre cuáles serán las sorpresas en el elenco que estará presentándose en algún momento del  próximo mes de marzo , apuntan a que el evento va que vuela para palenque gigante de feria populachera donde los géneros, propuestas y calidad de casi el 80% de músicos y cantantes que se presentarán no es lo importante; sino que simplemente sean latinos (lo que quiera que esto signifique).



Y es que de unos años hasta hoy; a pesar de la eficiencia en la organización del festival, este ha ido, poco a poco, perdiendo su identidad original. En términos estrictamente de negocio, el Vive Latino era un escaparate para presentar, a según de los curadores del festival,  lo más representativo del rock y ritmos adláteres de los países hispanohablantes con la (inocente, quizás) idea de que en este espacio, se gestaría un nuevo mercado de consumo de estos grupos que, de otra manera, estarían (y siguen, en su mayoría) condenados a que solo los conozcan en sus países, pueblos, colonias y en ultimadas cuentas, sus amigos.

Por supuesto, que el gancho para atraer al público fue ese cursi, patético y gastado argumento de la  integración latina (Termino acuñado por ciertos personajes siniestros que viven en Miami y que bien a bien, no es claro su significado) y de que, cuando nació el festival, la conciencia social con glamour; esa que lucha por la paz, los derechos humanos y la libertad desde el corazón mismo de la burguesía y cuyo referente más claro es el chocante Bono de U2, era la pose políticamente correcta de los rockstars huehuenches y de otras latitudes del continente.  Este caldo social-cultural-comercial que daba sus 5 minutos de fama a ilustres desconocidos, potencializó el impacto comercial y mediático de un festival que por un curioso efecto de osmosis con el elenco, se asumía como “pro-zapatista”; sin siquiera tener un pronunciamiento claro sobre el tema.

Con todo, el Vive Latino se ha repetido de manera más o menos regular y ha crecido en su tiempo de duración, aunque en términos puros de calidad musical, no ha despegado al nivel que se esperaría y tampoco en el aumentar el numero de propuestas musicales que se consoliden dentro del gusto del roquerito mexicano promedio. En pocas palabras, los mismos 5 o 6 grupos fuertes del rockcito mexicano y uno que otro del sur del continente repiten una vez si y otra también en cada edición del festival y las nuevas propuestas resultan tan pobres y repetitivas en su calidad musical que simplemente, es de flojera absoluta siquiera el leer su nombre en el cartel del evento.

Esta situación evidentemente alertó a los organizadores sobre el riesgo de que el festival terminara en una reunión anual de seguidores de la Cuca o La Lupita o de que esos ultra-mega-súper-fans del rock en español (esos que solo se saben los éxitos del Rock en tu idioma), terminarían hastiados de tan repetitivo elenco y decidieran ya no asistir.