miércoles, 10 de diciembre de 2014

El interminable rio (de ganancias) de Pink Floyd




Hace unos días, se editó el que (suponemos hasta ahora) último trabajo en estudio de la Banda Inglesa Pink Floyd. The Endless River es, a según de lo que queda del grupo, el testamento final de Pink Floyd como agrupación, ya que si bien es muy seguro que en los archivos de la banda existen muchísimas horas de grabaciones inéditas, tanto como en estudio o en vivo, este último opus cierra definitivamente la posibilidad de que exista otro álbum de Pink Floyd con material nuevo.  

The Endless River es el ensamblaje de retazos de canciones y palomazos que la alineación clásica (que no la original) de Pink Floyd (ósea el trio formado por Gilmour, Manson y Wright) realizó en algunas sesiones de ensayos previos a la grabación formal de su penúltimo álbum The División Bell [Columbia, 1994].  

Estas grabaciones, según David Gilmour, estaban destinadas a convertirse en un posible álbum de música ambiental instrumental que se lanzaría en conjunto (o como un EP) con el citado Division Bell.  Sin embargo el proyecto nunca fue concluido; ya haya sido por su inviabilidad comercial o porque sencillamente, la calidad de las grabaciones, por si mismas, no constituían ideas lo suficientemente potentes y originales para ser consideradas en el desarrollo de futuras canciones.

Al fin de cuentas, eran solo ensayos que generalmente, los músicos graban por si en algunas de esas improvisaciones, se encuentran ideas que posteriormente se puedan germinar en melodías o ser incluidas en otras canciones.

Y así se quedaron esas grabaciones hasta que, en 2013 Gilmour, en el más puro estilo me-encontré-estas-grabaciones-debajo-de-la-cama (Paul McCartney dixit) volvió a escuchar estas grabaciones durante los trabajos de remasterización del Division Bell para su edición de 20 aniversario.

Dentro de este contexto, es muy probable que la idea original sobre qué hacer con estas grabaciones haya sido, como en el caso de las reediciones en boxsets de lujo de los tres más emblemáticos albums de Pink Floyd que salieron hace algunos años, el que esta edición del Division Bell fuese expandida con alguna selección de las grabaciones de estos ensayos; sin embargo, según Nick Mason, baterista del grupo, a Dave Gilmour le gustó tanto volver escuchar esas cintas que convenció a Mason a volver al estudio para trabajar en ellas para pulirlas un poco; sin embargo, la idea se fue transformando y pasaron de la regrabación y adición de partes adicionales hasta la participación de otros músicos y coproductores del álbum como Phil Manzanera, ex guitarrista de Roxy Music; quien ya ha colaborado antes con Gilmour en sus álbumes como solista.

Finalmente, y después de varias semanas de trabajo, se llegó a varias canciones instrumentales, divididas en cuatro movimientos de aproximadamente 15 minutos cada uno (que en la edición de vinyl se entiende mejor este agrupamiento de canciones) más alrededor de otros 30 minutos que como “extra” se incluyen en el Bluray de la edición de lujo de este álbum.

Como punto final del álbum se incluye la canción Louder Than Words cuya letra se acredita a la esposa de Dave Gilmour, la polémica Polly Sampson y cuyo tema de dicha canción está tangencialmente relacionado con las agrias y sarcásticas declaraciones que hizo Roger Waters cuando se enteró de lo que sus excompañeros de Pink Floyd estaban haciendo con  las citadas cintas.

En la parte musical tratar de entender este disco es fácil, si eres un fanático a rabiar de Pink Floyd; ya que prácticamente a lo largo de todos las pistas grabadas, se encuentran pasajes musicales extraídos de aquellas piezas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en las marcas registradas del grupo y que se amalgaman sin muchas sutilezas en estas nuevas canciones; principalmente en las partes relativas a los teclados, donde se percibe fuertemente ideas ya desarrolladas en otras canciones, como Welcome To The Machine, Shine on You Crazy Diamond y otras muchas más. Esto no es, necesariamente, un autoplagio; aunque se entiende el porqué del mismo:

Por un lado, la fuente de las grabaciones eran ensayos y, por otro, hay que reconocer que en los últimos dos discos de PF, Wright no hizo más que variaciones de su propio trabajo con PF.

Por esta razón, no son pocos los fans que prácticamente tuvieron orgasmos múltiples cuando escucharon completo este disco y se volcaron en las redes sociales proclamando la “última obra maestra de Pink Floyd”

Sin embargo, una escucha menos apasionada, sugiere que este nuevo disco, en realidad, no tenía mucha razón de existir; ya que en términos artísticos, no representa la tan cacaerada y cursi aureola de inteligente santidad con la que a finales de su carrera, se quiso bautizar a Pink Floyd y que por el contrario, esa misma forzada mistificación, genera expectativas muy altas en un disco que, a pesar de tener algunos momentos interesantes, en su conjunto es una parodia exquisitamente ejecutada, pero parodia al final del propio mito que se construyó alrededor de la Banda Inglesa, sobre todo en sus últimos años.

Y el problema no es la ejecución o el virtuosismo de los músicos; sino la tremenda repetitividad que permea en todo el álbum. Por supuesto que, conociendo la naturaleza del génesis de este álbum, se fortalece la idea de que este pudo haber sido un excelente álbum de rarezas que acompañaría muy bien al citado Division Bell; no por su calidad y contenido; sino porque simplemente, son estas grabaciones el primer eslabón en la construcción de dicho álbum.

Sin embargo, la ambición es cabrona y, no obstante de que este mismo año salió la edición remasterizada del multicitado Division Bell, Los administradores de Pink Floyd decidieron lucrar aún más con los fans del grupo y, convenientemente, editan este disco en vísperas de la compras decembrinas… gran negocio para un álbum que, en todo caso, no está destinado a convertirse en clásico.

Disponible en descarga digital, edición CD sencillo, edición de lujo con Bluray incluido y la (ahora ya) obligatoria edición en vinil o si la crisis del “pitrolio” lo ha dejado con los bolsillos vacíos, disponible con su vagonero de confianza en la línea 1 del metro.

Bonus Track.

El video oficial de Louder Than Words, el primer (y único) sencillo de este álbum.
 


 

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