martes, 4 de diciembre de 2012

Robert Plant & The Sensational Space Shifters en México


Antes la cada vez más lejana posibilidad de una gira mundial de ¾ partes de Led Zeppelin (más el hijo del Bonzo Bonham);  la visita de Robert Plant a nuestro país (segunda; sin contar la mítica presentación que tuvo, en el lejano 1994 junto con Jimmy Page en el Palacio de los Deportes) causó un revuelo tal que prácticamente abarrotó el Auditorio Nacional y, de haberlo querido, bien pudo haber llenado otra fecha en el mismo local.

Y es que contra lo que se pudiera uno imaginar, las rolas del Zeppelín de Plomo, aun siguen siendo piedras angulares en la educación musical no solo de los que crecimos con ellas en los 70’s, sino de generaciones más recientes como la de los pretenciosos indi-hipsters.

Cierto es que mucho del hype de este revival del rock pesado setentero (sic) está relacionado a que, curiosamente, las nuevas camadas de roqueritos indies, han volteado al blues y, más específicamente, a al estilo pesado y distorsionado de grupos como el Grand Funk, Linyrd Skinyrd, y los citados Zeppelin. Grupos como Black Keys, Kings Of Leon, My Morning Jacket  y hasta el mismo Jack White tienen una deuda muy grande con LedZep y principalmente, con ese genio de la guitarra que es Jimmy Page.

Quizás, por esa razón,  el público reunido la fría noche del 12 de noviembre en el Auditorio Nacional del Distrito Federal era disímbolo en edades, trapos y hasta en la actitud. [No sé porque, pero curiosamente la gente que asiste a conciertos de rock en el Auditorio Nacional, generalmente no es la misma que la que asiste a otros locales de conciertos en el D.F.]

Y es que, por un lado, estaba el target de mercado de los  cuarentones/cincuentones clase media-alta que, desempolvaron las chamarras de cuero, los chalecos de mezclilla decorados con parches de “los Stons, Sabat, Dip Purpul, Dors y (por supuesto!) Led Zeppelin y que su poder adquisitivo le dio el lujo de pagar las entradas más caras (y cercanas) al escenario. En orden descendente del tamaño del bolsillo (o del limite de crédito de la TDC) estaban aquellos que, en su juventud, fueron roquers y que tuvieron que claudicar a sus sueños de estar arriba de una tarima tocando Black Dog cuando el destino se los merendó y se encontraron un día calvos, casados y con hijos. También había bastantes chavillos; hijos de la bonanza clasemediera mexicana ataviados con trapos vintage setenteros e incluso, algunos con afros monumentales que bien podrían haber pasado como fantasmas setenteros atrapados en la época moderna.